sábado, 26 de marzo de 2016

LUCAS Y LA NUEVA VISIÓN DEL REINO DE DIOS - LECTURA

LUCAS Y LA NUEVA VISIÓN DEL REINO DE DIOS
Para entender a Lucas el evangelista, hay que comprender su formación académica de la época, porque él había estudiado en Grecia medicina, tal vez contextualizando debía ser algo básico, pero al final de cuentas estaba mejor formado y preparado para asumir las lógicas de pensamiento que planteaba Jesús de Nazaret respecto a los pobres y el reino de Dios gracias a sus estudios. También cabe anotar, que Lucas no conoció personalmente a Jesús, pero que siendo pagano debió sentirse muy atraído por las enseñanzas del maestro tal como ocurrió con San Pablo, ya que ambos hicieron investigaciones respecto al hecho de Jesús y su realidad transformadora en las personas y en las comunidades.
Ahora, surge una gran pregunta: ¿por qué Lucas utiliza el pasaje bíblico como si se realizase en un llano y no en una montaña como lo hace San Mateo? Para tratar de dar respuesta a esto hay que partir del referente que utiliza Lucas como lo es Mateo, porque este último hace parte de lo que se denomina segunda generación de seguidores de Jesús, algunos teólogos plantean que este evangelio fue producto de una experiencia de un grupo de personas que formaron una pequeña comunidad pero que tenían como epicentro a ese Mateo que acompañó a Jesús, por ello, se afirma que este evangelio fue escrito para aquellos grupos o pequeñas comunidades con identidad con el maestro, e incluso este evangelista utiliza un método muy catequético, es decir, va explicando poco a poco y paso a paso la propuesta del Mesías respecto a lo que era el reino de Dios. Mateo utiliza un lenguaje fácil de entender y sobrio para leerlo que necesariamente ofrece un método didáctico en su enseñanza, en donde se muestra un claridad total para poder presentar los acontecimientos narrados. El evangelio deja ver claramente que la intencionalidad del escritor es dejar un mensaje preciso para esas comunidades puedan organizarse como lo había hecho Jesús con un grupo que organizara y dirigiera como lo fueron los apóstoles y que detrás de ellos había una inmensa cantidad de seguidores o discípulos.
Mateo presenta a un Jesús que lleva a unificar a la comunidad entorno a la fe, una fe en alguien fuera de lo común, un hombre con una dignidad por encima de lo normal, con una majestuosidad que hace que quien lea y asuma este evangelio vea a Jesús como un ser más grande que cualquier ser humano como lo planteaban los escritos del Antiguo Testamento referente a la llegada del Mesías. Este evangelio nos muestra que las primeras comunidades ya se estaban organizando mucho mejor que como lo habían hecho aquellas que los seguidores directos de Jesús habían conformado.
Tal vez, por lo anterior, Mateo habla del hecho del reino de Dios como algo lejano, como algo que tendrá que forjarse y trabajarse con mucho esfuerzo pero que está muy difícil que no podrá palparse tan inmediatamente porque el reino de Dios es algo que está apegado a la divinidad. Vemos entonces, como en el caso del sermón del monte, que es uno de los cinco discursos programáticos de Jesús como lo plantea Mateo, los otro cuatro son: la misión de los apóstoles, las parábolas, las instrucciones a la comunidad y el discurso escatológico. Entonces, Mateo ubica al reino de Dios como aquello que está arriba prefigurando a la cita del Éxodo 19 en la que Moisés está con Dios en el monte Sinaí, por ello. El evangelista utiliza este mensaje como si Jesús estuviera hablando y dando su programa del reino en una montaña. Esta cita de Mateo es un mensaje teológico, porque como lo argumentaba anteriormente, el mensaje del evangelista está dirigido a pequeños grupos que están afianzados por la fe, entonces, se entiende que estas pequeñas comunidades están mejor preparadas y catequizadas que el resto de los creyentes en la propuesta de Jesús, de ahí que se perciba que el mensaje teológico de ubicar en la cita de las bienaventuranzas a Jesús en un monte y el querer ubicarlo ahí es plantear que el reino de Dios es allá arriba y no acá en lo palpable y terrenal como lo esperaban esas nacientes comunidades cristianas.
Este mismo acontecimiento narrado por Lucas nos presenta una perspectiva y una lógica diferente, por eso, las bienaventuranzas nos presentan un detalle importante del contexto Jesús es que Jesús se detiene en una llanura, de ahí el nombre de todo el sermón: “sermón de la llanura”. Mientras en Mateo Jesús pronuncia su discurso desde lo alto de la montaña (Mateo 5,1-2), en Lucas Jesús se coloca al mismo nivel de la gente, de esta gente cansada, enferma, desesperada. La llanura indica el espacio donde se desarrolla la vida ordinaria de la gente, en donde se denota la pobreza del hombre, el sufrimiento de la sociedad, las necesidades de la gente y el martirio del desesperanzado. En las bienaventuranzas Lucas nos deja ver que Jesús está de pie como lo hacían en la antigüedad los profetas y aún más, Lucas nos expresa que Jesús alzó los ojos, es decir, no solamente los miró sino que también se interesó por ellos y les prestó atención a cada una de sus necesidades, entonces, el evangelista nos muestra que los seguidores se sintieron atraídos y se sintieron importantes porque por fin alguien lo escuchó. Al respecto Leonardo Boff dirá: “El Reino de Dios toca primero a las personas. De ellas se exige conversión. Conversión significa: mudar el modo de pensar y actuar en el sentido de Dios, por lo tanto, revolucionarse interiormente. Por eso Jesús comienza predicando: Convertíos, porque el Reino de los cielos está cerca” (Mateo 3, 2). Convertirse no significa en ejercicios piadosos, sino en un nuevo modo de existir ante Dios y ante la novedad anunciada por Jesús. Conversión implica siempre una división: “¿Pensáis que he venido para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, he venido a traer la división, porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos: tres contra dos y dos contra tres” (Lucas  12, 51 – 52). Sin embargo, esta transformación en el modo de pensar y de actuar quiere ser sádica: quiere llevar al hombre a una crisis y a decidirse por el nuevo orden que ya está en nuestro medio, esto es Jesucristo mismo (Lucas 17, 21) (Jesucristo el Liberador, 1977). Retomando lo planteado por Boff, el hecho de que Jesús se acercase y mirara a los ojos a la persona daba claramente un mensaje trasformador en el interlocutor, por eso plantean algunos psicólogos que cuando las personas se miran directamente a los ojos y estos no solamente se ven sino que se observan, deja al descubierto que cuando se entra en los sentimientos de la persona por lo general se conoce mejor y con más detalles la realidad del prójimo. Por eso, en Lucas las bienaventuranzas están centradas en la felicidad interna y externa de la persona, a diferencia de Mateo que es de tipo interiorizante.
“Las bienaventuranzas como la declaración de felicidad en los evangelios es un testimonio del anuncio de Jesús en relación a la felicidad humana. El empleo del género macarisma es especialmente relevante en la tradición de los evangelios sinópticos, en especial en Lucas y Mateo, estando totalmente ausente en Marcos. Un primer paso para acercarse a la temática es la presentación de los antecedentes veterotestamentarios: Jesús al emplear el género literario de los macarismas para anunciar su propuesta de felicidad lo hace a partir de un elemento clásico en la literatura del Antiguo Testamento. Pero al mismo tiempo lo adapta a la nueva situación del anuncio del Reino de Dios. En la literatura sapiencial era considerado feliz quien sigue los caminos de la Torá; en la predicación de Jesús son felices los pequeños porque en ellos se manifiestan las nuevas leyes del reinado de Dios. En el caso de las bienaventuranzas lucanas, los macarismas, propios de la escuela sapiencial, son complementados con lamentos, propios de las escuelas proféticas. Al mismo tiempo que se acentúa la centralidad del tema de la pobreza material. En la tradición de Mateo, los macarismas son expresión de la nueva Torá proclamada por Jesús, como nuevo Moisés; bajo esta perspectiva el tema de la felicidad adquiere un significado especial. Lo propio de las Bienaventuranzas de Mateo es la tendencia a focalizar la actitud interior-espiritual del hombre: es en el interior del hombre donde se ha de cumplir la nueva ley dada por Jesús. Sin duda que el empleo de los macarismas en el Nuevo Testamento es reflejo de un momento importante en la predicación de Jesús: la felicidad del Reino es prometida a quienes representan los valores del Reino”. (Chuecas, 2006).
Cuando se analiza lo planteado por Leonardo Boff y lo argumentado por Ignacio Chuecas, cada uno analiza desde perspectivas y lógicas diferentes el hecho de la bienaventuranzas, por lo cual, se hace más atrayente el estudio y análisis de la propuesta de Jesús.
“Por otra parte, es importante destacar que el macarisma presentado en el Nuevo Testamento recibe claramente influencia de la literatura apocalíptica, por su orientación hacia una recompensa futura, más que hacia la constatación de un bien presente. "En virtud de su motivación escatológica, el macarisma del Nuevo Testamento aparece consecuentemente como una interpelación o una instrucción de carácter profético-apocalíptico". Este procedimiento refleja, un testimonio de la praxis del mismo Jesús. El Maestro empleó el macarisma en su predicación, en concordancia con la tradición de su pueblo, pero complementándolo según lo original de su anuncio. Actuando de esta manera, demuestra la importancia que dio al tema de la felicidad en el marco de su predicación al pueblo de Israel”. (Chuecas, 2006)
Con este escrito se ha analizado un poco la forma como fueron escritas Las Bienaventuranzas, pero cabría preguntarse. “¿a qué apuntan Las Bienaventuranzas?
Las Bienaventuranzas establecen un claro contraste entre dos tipos de personas:
1.    Aquellos que han sido heridos y castigados por la vida, pero que a los ojos de Jesús son personas bendecidas y felices gracias a la promesa que se realiza en ellos.
2.    Aquellos que están materialmente bien y que gozan de todos los favores del mundo, pero que a los ojos de Jesús son personas a las que le aguarda una desgracia. La lamentación de Jesús por su condición no apunta tanto a la prosperidad en sí misma y a la actitud que estas personas tienen: la autosuficiencia y la incapacidad de ver más allá de sus deseos inmediatos.
A todos ellos se les hace la propuesta del discipulado: a los discípulos que ya respondieron se les invita a comprender la naturaleza del seguimiento porque muchos se quejan porque llegaron con otras expectativas: les cuesta entender los sacrificios que implica el seguimiento, mientras que al resto del auditorio se le lanza la invitación para dar el paso, entendiendo que sus necesidades son colmadas por Dios en la medida en que siguen a Jesús.
Las Bienaventuranzas son el nuevo estado de vida, de plenitud y alegría, propio de quien sigue a Jesús.  Sin el seguimiento no se entienden Las Bienaventuranzas de Jesús: los discípulos han sabido hacer una buena elección; y no sólo fueron elegidos, también ellos al responder eligieron a Jesús y la felicidad que él les ofrecía, sin más tardanza ellos entraron en el Reino de Dios del cual Jesús les abría las puertas. Su felicidad es la proximidad a Jesús, el acompañarlo todos los días, escuchar sus enseñanzas, contemplar sus maravillas, comenzar a parecerse a él.  Pero en el discipulado también hay situaciones complejas, por eso en Las Bienaventuranzas Jesús le anuncia a sus discípulos que las dificultades no podrán arrancarles la felicidad.
Pero Jesús presenta también la otra cara de la moneda. Si dice “bienaventurados” a sus discípulos, también le hace caer la cuenta a la gente que lo escucha que quien fundamenta su vida en falsos valores, así a primera vista parezca una persona realizada, terminará mal.  Estos falsos valores dañan las relaciones con los demás y la relación con Dios. Todo lo que se fundamenta mal siempre termina en ruina. Por eso Jesús dice “ay de vosotros...”. Más que una maldición es una lamentación: “cómo me duelen Ustedes”. Y puesto que todavía no ha llegado el momento final, puesto que todavía hay tiempo de cambiar la situación y precisamente para eso vino Jesús, las lamentaciones de Jesús tienen el valor de un aviso perentorio que hay que tomar en serio.
En conclusión, Las bienaventuranzas no nacen de la condición de miseria o de enfermedad de la gente. La bienaventuranza consistía en el hecho de que Dios había decidido ocuparse de ellos.  Las bienaventuranzas anuncian la obra de Dios; más que un denunciar la realidad del hombre lo que hacen es anunciar que Dios interviene en la historia de sufrimiento y de necesidad, y la transforma desde dentro y de manera definitiva con gestos que superan nuestras expectativas. En otras palabras, con Jesús llega el tiempo en que Dios le da pan al que tiene hambre, cambia en gozo el llanto y en alegría el odio.


RODRIGO LUIS CASTAÑO VERGARA





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