LUCAS
Y LA NUEVA VISIÓN DEL REINO DE DIOS
Para entender a Lucas el
evangelista, hay que comprender su formación académica de la época, porque él
había estudiado en Grecia medicina, tal vez contextualizando debía ser algo
básico, pero al final de cuentas estaba mejor formado y preparado para asumir
las lógicas de pensamiento que planteaba Jesús de Nazaret respecto a los pobres
y el reino de Dios gracias a sus estudios. También cabe anotar, que Lucas no
conoció personalmente a Jesús, pero que siendo pagano debió sentirse muy
atraído por las enseñanzas del maestro tal como ocurrió con San Pablo, ya que
ambos hicieron investigaciones respecto al hecho de Jesús y su realidad
transformadora en las personas y en las comunidades.
Ahora, surge una gran
pregunta: ¿por qué Lucas utiliza el pasaje bíblico como si se realizase en un
llano y no en una montaña como lo hace San Mateo? Para tratar de dar respuesta
a esto hay que partir del referente que utiliza Lucas como lo es Mateo, porque
este último hace parte de lo que se denomina segunda generación de seguidores
de Jesús, algunos teólogos plantean que este evangelio fue producto de una
experiencia de un grupo de personas que formaron una pequeña comunidad pero que
tenían como epicentro a ese Mateo que acompañó a Jesús, por ello, se afirma que
este evangelio fue escrito para aquellos grupos o pequeñas comunidades con
identidad con el maestro, e incluso este evangelista utiliza un método muy
catequético, es decir, va explicando poco a poco y paso a paso la propuesta del
Mesías respecto a lo que era el reino de Dios. Mateo utiliza un lenguaje fácil
de entender y sobrio para leerlo que necesariamente ofrece un método didáctico
en su enseñanza, en donde se muestra un claridad total para poder presentar los
acontecimientos narrados. El evangelio deja ver claramente que la
intencionalidad del escritor es dejar un mensaje preciso para esas comunidades
puedan organizarse como lo había hecho Jesús con un grupo que organizara y
dirigiera como lo fueron los apóstoles y que detrás de ellos había una inmensa
cantidad de seguidores o discípulos.
Mateo presenta a un Jesús
que lleva a unificar a la comunidad entorno a la fe, una fe en alguien fuera de
lo común, un hombre con una dignidad por encima de lo normal, con una
majestuosidad que hace que quien lea y asuma este evangelio vea a Jesús como un
ser más grande que cualquier ser humano como lo planteaban los escritos del
Antiguo Testamento referente a la llegada del Mesías. Este evangelio nos
muestra que las primeras comunidades ya se estaban organizando mucho mejor que
como lo habían hecho aquellas que los seguidores directos de Jesús habían
conformado.
Tal vez, por lo anterior,
Mateo habla del hecho del reino de Dios como algo lejano, como algo que tendrá
que forjarse y trabajarse con mucho esfuerzo pero que está muy difícil que no
podrá palparse tan inmediatamente porque el reino de Dios es algo que está
apegado a la divinidad. Vemos entonces, como en el caso del sermón del monte,
que es uno de los cinco discursos programáticos de Jesús como lo plantea Mateo,
los otro cuatro son: la misión de los apóstoles, las parábolas, las
instrucciones a la comunidad y el discurso escatológico. Entonces, Mateo ubica
al reino de Dios como aquello que está arriba prefigurando a la cita del Éxodo
19 en la que Moisés está con Dios en el monte Sinaí, por ello. El evangelista
utiliza este mensaje como si Jesús estuviera hablando y dando su programa del
reino en una montaña. Esta cita de Mateo es un mensaje teológico, porque como
lo argumentaba anteriormente, el mensaje del evangelista está dirigido a
pequeños grupos que están afianzados por la fe, entonces, se entiende que estas
pequeñas comunidades están mejor preparadas y catequizadas que el resto de los
creyentes en la propuesta de Jesús, de ahí que se perciba que el mensaje
teológico de ubicar en la cita de las bienaventuranzas a Jesús en un monte y el
querer ubicarlo ahí es plantear que el reino de Dios es allá arriba y no acá en
lo palpable y terrenal como lo esperaban esas nacientes comunidades cristianas.
Este mismo acontecimiento
narrado por Lucas nos presenta una perspectiva y una lógica diferente, por eso,
las bienaventuranzas nos presentan un detalle importante del contexto Jesús es
que Jesús se detiene en una llanura, de ahí el nombre de todo el sermón: “sermón
de la llanura”. Mientras en Mateo Jesús pronuncia su discurso desde lo alto de
la montaña (Mateo 5,1-2), en Lucas Jesús se coloca al mismo nivel de la gente,
de esta gente cansada, enferma, desesperada. La llanura indica el espacio donde
se desarrolla la vida ordinaria de la gente, en donde se denota la pobreza del
hombre, el sufrimiento de la sociedad, las necesidades de la gente y el
martirio del desesperanzado. En las bienaventuranzas Lucas nos deja ver que
Jesús está de pie como lo hacían en la antigüedad los profetas y aún más, Lucas
nos expresa que Jesús alzó los ojos, es decir, no solamente los miró sino que
también se interesó por ellos y les prestó atención a cada una de sus
necesidades, entonces, el evangelista nos muestra que los seguidores se
sintieron atraídos y se sintieron importantes porque por fin alguien lo
escuchó. Al respecto Leonardo Boff dirá: “El Reino de Dios toca primero a las
personas. De ellas se exige conversión. Conversión significa: mudar el modo de
pensar y actuar en el sentido de Dios, por lo tanto, revolucionarse
interiormente. Por eso Jesús comienza predicando: Convertíos, porque el Reino
de los cielos está cerca” (Mateo 3, 2). Convertirse no significa en ejercicios
piadosos, sino en un nuevo modo de existir ante Dios y ante la novedad
anunciada por Jesús. Conversión implica siempre una división: “¿Pensáis que he
venido para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, he venido a traer la
división, porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos: tres
contra dos y dos contra tres” (Lucas 12,
51 – 52). Sin embargo, esta transformación en el modo de pensar y de actuar
quiere ser sádica: quiere llevar al hombre a una crisis y a decidirse por el
nuevo orden que ya está en nuestro medio, esto es Jesucristo mismo (Lucas 17,
21) (Jesucristo el Liberador, 1977) . Retomando lo
planteado por Boff, el hecho de que Jesús se acercase y mirara a los ojos a la
persona daba claramente un mensaje trasformador en el interlocutor, por eso
plantean algunos psicólogos que cuando las personas se miran directamente a los
ojos y estos no solamente se ven sino que se observan, deja al descubierto que
cuando se entra en los sentimientos de la persona por lo general se conoce
mejor y con más detalles la realidad del prójimo. Por eso, en Lucas las
bienaventuranzas están centradas en la felicidad interna y externa de la
persona, a diferencia de Mateo que es de tipo interiorizante.
“Las
bienaventuranzas como la declaración de felicidad en los evangelios es un
testimonio del anuncio de Jesús en relación a la felicidad humana. El empleo
del género macarisma es especialmente relevante en la
tradición de los evangelios sinópticos, en especial en Lucas y Mateo, estando
totalmente ausente en Marcos. Un primer paso para acercarse a la temática es la
presentación de los antecedentes veterotestamentarios: Jesús al emplear el
género literario de los macarismas para anunciar su propuesta de
felicidad lo hace a partir de un elemento clásico en la literatura del Antiguo
Testamento. Pero al mismo tiempo lo adapta a la nueva situación del anuncio del
Reino de Dios. En la literatura sapiencial era considerado feliz quien sigue
los caminos de la Torá; en la predicación de Jesús son felices los pequeños
porque en ellos se manifiestan las nuevas leyes del reinado de Dios. En el caso
de las bienaventuranzas lucanas, los macarismas, propios de la escuela
sapiencial, son complementados con lamentos, propios de las escuelas
proféticas. Al mismo tiempo que se acentúa la centralidad del tema de la
pobreza material. En la tradición de Mateo, los macarismas son expresión de la nueva Torá
proclamada por Jesús, como nuevo Moisés; bajo esta perspectiva el tema de la
felicidad adquiere un significado especial. Lo propio de las Bienaventuranzas
de Mateo es la tendencia a focalizar la actitud interior-espiritual del hombre:
es en el interior del hombre donde se ha de cumplir la nueva ley dada por
Jesús. Sin duda que el empleo de los macarismas en el Nuevo Testamento es reflejo de
un momento importante en la predicación de Jesús: la felicidad del Reino es
prometida a quienes representan los valores del Reino”. (Chuecas,
2006) .
Cuando
se analiza lo planteado por Leonardo Boff y lo argumentado por Ignacio Chuecas,
cada uno analiza desde perspectivas y lógicas diferentes el hecho de la
bienaventuranzas, por lo cual, se hace más atrayente el estudio y análisis de
la propuesta de Jesús.
“Por
otra parte, es importante destacar que el macarisma presentado en el Nuevo
Testamento recibe claramente influencia de la literatura
apocalíptica, por su
orientación hacia una recompensa futura, más que hacia la constatación de un
bien presente. "En virtud de su motivación escatológica, el macarisma del
Nuevo Testamento aparece consecuentemente como una interpelación o una instrucción
de carácter profético-apocalíptico". Este procedimiento refleja, un
testimonio de la praxis del mismo Jesús. El Maestro
empleó el macarisma en su predicación, en concordancia con la tradición de su
pueblo, pero complementándolo según lo original de su anuncio. Actuando de esta
manera, demuestra la importancia que dio al tema de la felicidad en el marco de
su predicación al pueblo de Israel”. (Chuecas, 2006)
Con
este escrito se ha analizado un poco la forma como fueron escritas Las Bienaventuranzas,
pero cabría preguntarse. “¿a qué apuntan Las Bienaventuranzas?
Las Bienaventuranzas
establecen un claro contraste entre dos tipos de personas:
1.
Aquellos
que han sido heridos y castigados por la vida, pero que a los ojos de Jesús son
personas bendecidas y felices gracias a la promesa que se realiza en ellos.
2.
Aquellos
que están materialmente bien y que gozan de todos los favores del mundo, pero
que a los ojos de Jesús son personas a las que le aguarda una desgracia. La
lamentación de Jesús por su condición no apunta tanto a la prosperidad en sí
misma y a la actitud que estas personas tienen: la autosuficiencia y la
incapacidad de ver más allá de sus deseos inmediatos.
A todos ellos se les
hace la propuesta del discipulado: a los discípulos que ya respondieron se les
invita a comprender la naturaleza del seguimiento porque muchos se quejan
porque llegaron con otras expectativas: les cuesta entender los sacrificios que
implica el seguimiento, mientras que al resto del auditorio se le lanza la
invitación para dar el paso, entendiendo que sus necesidades son colmadas por
Dios en la medida en que siguen a Jesús.
Las Bienaventuranzas
son el nuevo estado de vida, de plenitud y alegría, propio de quien sigue a
Jesús. Sin el seguimiento no se
entienden Las Bienaventuranzas de Jesús: los discípulos han sabido hacer una
buena elección; y no sólo fueron elegidos, también ellos al responder eligieron
a Jesús y la felicidad que él les ofrecía, sin más tardanza ellos entraron en
el Reino de Dios del cual Jesús les abría las puertas. Su felicidad es la
proximidad a Jesús, el acompañarlo todos los días, escuchar sus enseñanzas,
contemplar sus maravillas, comenzar a parecerse a él. Pero en el discipulado también hay
situaciones complejas, por eso en Las Bienaventuranzas Jesús le anuncia a sus
discípulos que las dificultades no podrán arrancarles la felicidad.
Pero Jesús presenta
también la otra cara de la moneda. Si dice “bienaventurados” a sus discípulos,
también le hace caer la cuenta a la gente que lo escucha que quien fundamenta
su vida en falsos valores, así a primera vista parezca una persona realizada,
terminará mal. Estos falsos valores
dañan las relaciones con los demás y la relación con Dios. Todo lo que se
fundamenta mal siempre termina en ruina. Por eso Jesús dice “ay de vosotros...”.
Más que una maldición es una lamentación: “cómo me duelen Ustedes”. Y puesto
que todavía no ha llegado el momento final, puesto que todavía hay tiempo de
cambiar la situación y precisamente para eso vino Jesús, las lamentaciones de
Jesús tienen el valor de un aviso perentorio que hay que tomar en serio.
En conclusión, Las
bienaventuranzas no nacen de la condición de miseria o de enfermedad de la gente.
La bienaventuranza consistía en el hecho de que Dios había decidido ocuparse de
ellos. Las bienaventuranzas anuncian la
obra de Dios; más que un denunciar la realidad del hombre lo que hacen es
anunciar que Dios interviene en la historia de sufrimiento y de necesidad, y la
transforma desde dentro y de manera definitiva con gestos que superan nuestras
expectativas. En otras palabras, con Jesús llega el tiempo en que Dios le da
pan al que tiene hambre, cambia en gozo el llanto y en alegría el odio.
RODRIGO LUIS CASTAÑO
VERGARA
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