EL
REINO DE DIOS
Como creyente católico,
tengo que hacerme muchas preguntas frente a mi realidad y mis hermanos de fe en
la creencia religiosa que nos une, y voy a comenzar haciéndome una pregunta: ¿por qué la gente
confunde Jesús, Jesucristo y Cristo? Tal vez la respuesta sea un poco popular:
Jesús es el Dios que se hizo hombre y se encarnó en una persona histórica que
por su liderazgo cambió la mentalidad de sus seguidores y partió la historia de
la humanidad en antes de él y después de él. Jesucristo es la realidad humana
de Dios y la realidad del Espíritu Santo que nos deja una enseñanza conjunta
del hecho de la muerte y de la resurrección. Y Cristo es el que a partir de la
experiencia de la resurrección vive hoy con sus creyentes. Pero a pesar de esta
breve explicación como dicen los literatos de hoy para dumies, cabría hacernos
otra pregunta: al fin ¿qué quiso Jesucristo?
Al final del análisis de lo
que quiso Jesucristo es que todos fuéramos buenas personas y tuviéramos
misericordia con el necesitado. Pero
viendo semejante reto, Leonardo Boff en su libro Jesucristo el Liberador
argumenta: “Inicialmente Jesús no comenzó predicándose a sí mismo, ni a la
Iglesia, predicó el reino de Dios. El Reino de Dios es la realización de la
utopía fundamental del corazón humano de total transfiguración de este mundo,
libre de todo lo que aliena como ser el dolor, el pecado, la desunión y la
muerte. El viene y anuncia: ¡se acabó el plazo de la espera, el Reino está
próximo. No solo promete esa nueva realidad sino que comienza ya a realizarla y
a mostrarla como posible en este mundo. Por lo tanto, no realizarla y mostrarla
como posible en este mundo. Vino a confirmar una buena noticia: este mundo
siniestro tendrá un buen fin: humano y divino”. (Leonardo, 1.977) . Creo que todo lo
planteado por el escritor brasileño es clave si uno como creyente entiende que
el Reino de Dios no fue planteado para una persona en particular, sino para
todos los creyentes y no creyentes en el proyecto de Jesús de Nazaret. Boff
argumenta que el Reino de Dios es una utopía de sentimientos, de sueños o de
pensamientos como los que tuvo Abraham al querer sacrificar en holocausto a su
hijo Isaac para demostrarle a Yahvé su amor y su fe por el creador (Génesis 22,
1ss), lógico, es una utopía hablar con esperanza de un reino de justicia, pero
vemos como por ejemplo en Colombia, la justicia es el factor más grande de
desequilibrio social porque el común y corriente de las personas viven con
miedo por la guerra, por la delincuencia, por la corrupción, por la falta de
salud. Entonces surge una idea: ¿podrá haber un reino de bondad en medio de
tanta injusticia? La respuesta es negativa, entonces, lo que se propuso Jesús podría
afirmarse que fracasó, porque tantos creyentes y seguidores de su propuesta viven como si no
les importara lo enseñado por el Mesías en su proyecto. Ahora, el reino
propuesto por Jesús tiene muchas oportunidades, este proyecto es realizable con
nuestros pensamientos y acciones cotidianas. Para ello, tenemos el referente
histórico del Jesús que vivía en toda la Palestina antigua y que cada vez más
surge como una alternativa frente a tanta corrupción e injusticia en nuestros
contextos, porque las enseñanzas del Dios que se hizo humano para entender
nuestra realidad, nos permite seguirlo y proclamar desde su lógica el Reino de
Dios.
Este reino de Dios planteado
por Jesús de Nazaret, significaba para sus seguidores de su época una esperanza
en el fin del mundo, que la destrucción de todo mal sea física o moral, la
superación de todas las alienaciones humanas, del pecado, del odio, de la
desunión, del dolor y de la muerte. El reino de Dios sería la manifestación de
la soberanía y del señorío de Dios sobre este mundo siniestro, dominado por las
fuerzas satánicas en lucha contra las fuerzas del bien (Leonardo, 1.977, pág. 71) Sin duda alguna, en
el contexto de Jesús, el hecho de esperar un Mesías liberador que los
protegiera del terror romano y del terror judaico, tenían esa esperanza
planteada por el Maestro y a la cual muchos le apostaron pero que poco a poco
se fue diluyendo gracias a la lógica de pensamiento de los discípulos y
apóstoles con los cuales Jesús de Nazaret intentó implantar su reino de Dios.
Ahora, el reino de Dios en
nuestros contextos se evidencia y se puede tomar por ejemplo desde lo escrito
por Mateo en su evangelio: “los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos
quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los
pobres la Buena Nueva” Mateo 11, 3 – 5. Todo esto argumentado por la
experiencia comunitaria del evangelista, sin duda alguna dará pie para que se
inaugure una nueva realidad para el hombre y su realidad. Entonces en nuestros
contextos de hoy argumenta Boff: “Quien consiga cambios radicales e introducir
semejantes cambios será el Liberador de la humanidad” (Leonardo, 1.977) Hoy, nuestra
realidad del reino de Dios se hace presente a cada instante como lo plantea
Lucas el evangelista en su libro: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque
él me ha ungido para que de la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado para
anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en
libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor” Lucas 4,
18 – 19. Desde esta lógica, Lucas que es quien escribe desde la misericordia
nos presenta que la misión de Jesús es liberadora, no importa la circunstancia
en la que se encuentre hoy. Gracias a esta acción liberadora del reino de Dios,
todas aquellas personas que sufren pero que tienen la esperanza de su salvación
la obtendrán con la misma fe de aquellos que decidieron subir al techo al paralitico cuando Jesús se
encontraba en Cafarnaúm como lo expresa Marcos en su evangelio (Marcos 2, 1 –
12). Entonces, la Buena Noticia del Reino de Dios asusta a todos aquellos que
por diferentes circunstancias ven, sienten y palpan al que sufre y al cual
muchas veces no ayudan; pero es la misma realidad del Espíritu de Dios que se
hace presente en nuestros contextos, realidad reflejada en personas como por
ejemplo el Papa Francisco, quien decretó el año de la misericordia como signo
presente y real de lo que propuso el que nació en Nazaret al inicio de nuestra
era y conocido como el hijo del carpintero, ese carpintero que le enseñó los
caminos polvorientos y truculentos por los que debía pasar a lo largo de la
vida, una vida llena de alegría pero también de sin sabores, porque esto último
se vio reflejado en el abandono de su amigos cercanos pero que otro grupo lo
amaba hasta la muerte como lo eran las mujeres. De ahí, el hecho de que las
mujeres fueran fundamentales para el hecho del camino de la cruz y de la
resurrección, y hoy cobran gran importancia, porque ellas son parte de ese
grupo de pobres que buscan al igual que los que reclaman justicia, libertad,
salud y muchas otras peticiones, que se pueden ver claramente como el reino de
Dios, ese reino que no es una utopía sino una realidad en cada persona creyente
o no creyente en Jesús de Nazaret.
Desde esta percepción,
Joseph Ratzinger entendido por mi como uno de los más ortodoxos del
catolicismo, en su libro Jesús de Nazaret plantea que el reino de Dios se tiene
a cada instante en las circunstancias de vida y cita varios ejemplos: “Cuando
arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios,
se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios; convertíos y creed la
Buena Noticia” (Marcos 1, 14 – 15). Sin duda alguna, la expresión: está cerca
el Reino de Dios es una fuerte arremetida a razonar cada uno de los actos
humanos, porque desde la lógica de la razón es como se entra en el Reino de
Dios, es decir, se necesita un cambio radical en nuestros pensamientos y en
nuestro actuar; es fundamental una conversión a la propuesta de Jesús de
Nazaret, propuesta que invita a dejar de estar en la orilla de las comodidades
como lo estaban siempre los discípulos del Maestro e irnos a la otra orilla
como el mismo lo planteaba, esa otra orilla es donde está el necesitado, el que
sufre, a los que Jesús llamaba pobres y que hoy somos todos. Este debería ser
el propósito del Reino de Dios hoy, pero me voy a permitir tomar textualmente
unas letras del libro mencionado anteriormente del benemérito Benedicto XVI:
“Un dato estadístico puede confirmar que la expresión Reino de Dios aparece en
el Nuevo Testamento 122 veces; de ellas, 99 se encuentran en los tres
evangelios sinópticos y de estas 90 están en boca de Jesús de Nazaret. En el
evangelio de Juan y en los demás escritos del Nuevo Testamento el término tiene
sólo un papel marginal. Se puede decir que, mientras el eje de la predicación
de Jesús antes de la Pascua es el anuncio de Dios, la Cristología es el centro
de la predicación apostólica después de la Pascua. ¿Significa esto un
alejamiento del verdadero anuncio de Jesús? ¿es cierto lo que dice Rudolf
Bultmann de que el Jesús histórico no tiene cabida en la teología del Nuevo
Testamento, sino que por el contrario debe ser tenido aún como un maestro judío
que, aunque deba ser considerado como uno de los presupuestos esenciales del
Nuevo Testamento, no forma parte personalmente de él?. Otra variante de estas
concepciones que abren una fosa entre Jesús y el anuncio de los apóstoles se
encuentra en la afirmación que ya se ha hecho famosa del modernista católico
Alfred Loisy: “Jesús anunció el Reino de Dios y ha venido la Iglesia”. Son
palabras que dejan transparentar ciertamente ironía, pero también tristeza: en
lugar del tan esperado Reino de Dios, del mundo nuevo transformado por Dios
mismo, ha llegado algo que es completamente diferente ¡y qué miseria!: la
Iglesia. (Joseph, 2007) . Yo humildemente diría la Iglesia no es
la culpable de esa miseria a la que se refiere Loisy, son algunos líderes
religiosos del cristianismo que, tomaron como brazo de batalla el Reino de Dios
planteado por Jesús de Nazaret para explotar al pobre con esta realidad y
hacerse ricos en nombre del reino de Dios.
RODRIGO LUIS CASTAÑO VERGARA
Lucas 4, 18 - 19
No hay comentarios.:
Publicar un comentario