viernes, 8 de enero de 2016
AUNQUE HAY UN DIOS AHI ARRIBA - ROGER LENAERS
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Este libro prolonga el anterior, Otro cristianismo
es posible, y supone pues que se ha dicho ya adiós (al
menos en teoría) a aquella representación de Dios en
la que fuimos educados, y que es la de la tradición
bíblica. Esta representación tradicional es de naturaleza
puramente heterónoma: nuestro mundo, imperfecto,
pasajero, impotente... depende en todo de otro mundo,
que es perfecto, eterno, todopoderoso... desde donde
un Dios más o menos antropomórfico gobierna el
nuestro. Pero no basta decir adiós a esa representación
solamente en teoría, sino que hace falta extraer las
consecuencias prácticas.
Visto que la modernidad se caracteriza por la conciencia
de la autonomía del cosmos y del ser humano,
hace falta separarse de todo lo que supone una visión
heterónoma. Pero, incluso cuando rechazamos la heteronomía,
continuamos inconscientemente pensando
y actuando como si ese otro mundo continuara siendo
real y activo, proporcionándonos conocimientos y determinando
nuestras acciones. Esta pregunta es un criterio
sencillo y claro para ver dónde somos víctimas de
este error inconsciente: esta opinión, o esta práctica,
¿supone, o no, la actuación o la existencia de ese otro
mundo? A veces hará falta un atento análisis. Si, por
ejemplo, yo me opongo a la eutanasia porque transgrede
la prohibición de tocar una vida humana, estoy
haciendo referencia en el fondo a un mandamiento, el
quinto, y estoy pues bajo la influencia del otro mundo,
aquel al que, sin embargo, yo había dicho adiós. O, por
ejemplo, pensar que las especies eucarísticas cambian
realmente, o que Jesús ha abandonado la tumba en la
mañana de pascua, o que la multiplicación de los panes
es un hecho... todo eso significa postular la intervención
de una fuerza sobrenatural en el dominio (¡autó-
nomo!) de la naturaleza. Este nuevo libro acomete una
tarea de limpieza.
En una primera parte, el autor examina el campo de
la ética. La ética cristiana tradicional es una ética de la
ley, y dado que esta ley desciende de lo alto, es heterónoma,
aunque no nos demos cuenta de ello. Por lo
general, lo que esa ley ordena es bueno, y favorece el
proceso de humanización. Para que este proceso sobreviva
a la «muerte de Dios», y por tanto a la desaparición
de su fuente, lamentada por Nietzsche, hace falta
otro fundamento y una nueva justificación. Ahí entra
la «teonomía» de un Dios que es el Amor primordial y
transcendente que se expresa en la evolución del cosmos,
bajo la forma de un llamado y un impulso a amar.
La ética de la teonomía (que es la fe cristiana moderna)
será una ética que se deja guiar por las exigencias
del amor. Esas exigencias son en parte idénticas a las
de la ética tradicional, pero sin las debilidades y sin
sus lagunas. Las debilidades de una ética de la ley son,
entre otras: que permite siempre escapatorias, que
responde a los problemas de un tiempo determinado
y pierde su sentido cuando los tiempos cambian. Su
gran debilidad es que necesita sanciones: el miedo
que inspiran esas sanciones ocupa el lugar de la libre
aceptación del bien que persigue la ley, y socava así
el valor ético de los actos humanos. Las sanciones son
medios de domesticación; se degrada así al ser humano
al nivel del animal.
El autor examina más en detalle tres grandes debilidades
concretas de la ética tradicional, y hace ver
cómo una ética del amor las corrige, afortunadamente.
En primer lugar, su ética sexual, que es totalmente
deficiente; el autor examina las causas y hace ver
cómo una ética del amor cuida todo lo que era bueno
en la ética sexual tradicional, pero lo libera del peso
muerto que arrastra con ella. La masturbación, la homosexualidad,
las relaciones prematrimoniales... se ven
entonces bajo una perspectiva totalmente distinta. El
amor conyugal lleva al autor a examinar más de cerca
la indisolubilidad del matrimonio, que reposa sobre
una concepción heterónoma de la relación entre los
esposos, y a criticar la práctica absurda de la anulación
eclesiástica del matrimonio.
La segunda debilidad es la ausencia de líneas directrices
del uso del dinero. Esta carencia ha abierto
la puerta al capitalismo desvergonzado que estamos
Aunque no hay un dios ahí arriba...
Roger Lenaers
Holanda - Austria
La AGENDA LATINOAMERICANA, en la colección que patrocina, llamada «Tiempo axial», ha publicado el libro
«Otro cristianismo es posible» de Roger LENAERS, que ha tenido una gran acogida en todos los países latinoamericanos.
Animado por ello, el autor acaba de escribir el libro «Aunque no hay un dios ahí arriba», profundizando
en el tema. Ésta es una presentación sintética hecha por el propio autor. Merece la pena debatirla...
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viviendo. Una ética del amor, inspirado en la ética de
Jesús, que rechaza toda forma de avaricia, nos hubiera
conducido a un mundo económico totalmente diferente.
La tercera debilidad de esta ética es que ha sacrificado
la libertad -un bien inalterable del ser humano
que el cristiano debe vivir en plenitud, como Jesús-,
sobre el altar de la obediencia, a instancias que no
puede legitimarse sino desde la óptica heterónoma. El
autor trata de encontrar el equilibrio entre la exigencia
de actuar como personas libres y el de actuar como
miembros del cuerpo que es la Iglesia, exigencias complementarias
y a veces contradictorias.
La segunda parte del libro es de naturaleza dogmá-
tica y aborda en seis capítulos cuatro temas importantes,
en los que la mezcla inconsciente de heteronomía
y autonomía, o sea, de agua y fuego, contra la que
este libro se ha escrito, se manifiesta claramente: la relación
entre creación y evolución, la muerte, la biblia,
la eucaristía. ¿Cómo se abordan estos temas si no se
hace apelación a la existencia de otro mundo?
1. La creación. En Roma se dice bien que creación
y evolución no son cosas opuestas, pero si, con Roma,
se mira la creación como un acto del Dios de arriba, se
acepta implícitamente que él puede intervenir en cualquier
momento. Es por eso por lo que los neo-darwinistas,
como Dawkins, rechazan un Dios creador, incluso
a Dios sin más. Por otra parte, ¿qué papel puede jugar
todavía ese Dios de arriba, cuando las leyes formuladas
por Darwin y por De Vries explican suficientemente el
proceso? A esta doble objeción, el capítulo responde
presentando el cosmos como la expresión evolutiva
del Misterio, que nos transciende totalmente y que es
Espíritu. Nunca es necesario apelar a una intervención
de «Dios de ahí arriba». Una comparación con una
sonata de Mozart ilustra esta forma de ver el acto creador
y aclara al mismo tiempo el origen de la vida y de
la conciencia animal, y del espíritu humano, problemas
insolubles en una óptica puramente materialista.
2. Es claro que la muerte no puede ya ser entendida
como el paso de este mundo al otro, porque este
otro mundo ha desaparecido. Pero la Tradición nos ha
impregnado de tal modo con sus concepciones, que
incluso quienes profesan la autonomía, tienen mucha
dificultad para liberarse de las certezas del pasado: juicio,
cielo, purgatorio, infierno y limbo, para los cuales
no hay ya lugar en la teonomía. El capítulo intenta
encontrar una respuesta para los problemas que surgen
entonces. Por ejemplo: ¿qué queda de nuestro yo? ¿Y
si no hay ya castigo ni recompensa... no da igual cómo
se viva? ¿Y qué queda entonces de la Justicia de Dios?
Incluso aunque no nos satisfagan del todo las respuestas,
nos equivocaríamos buscando refugio de nuevo en
la heteronomía: viviríamos en contradicción con nosotros
mismos.
3. En cuanto a la Biblia, la Iglesia la lee de hecho
como los musulmanes leen el Corán, como un recuento
de palabras procedentes directamente de la boca del
Dios-de-allá-arriba. Dos capítulos se ocupan de los
problemas que para el creyente moderno conlleva la
expresión «Palabra de Dios». Si bien el Misterio transcendente
«Dios» no «habla», no cesa de expresarse en
la evolución del cosmos y en la profundidad de quienes
están más abiertos a su inspiración. Cuando éstos formulan
su inspiración, el resultado es una palabra humana,
marcada por la cultura y la psicología del autor.
Pero en esas palabras humanas resuena el encuentro
con el Absoluto. Eso explica la ambivalencia de la
Biblia. Igual que el Corán, la Biblia ha inspirado tanto
humanización como crímenes contra la humanidad. En
todo caso, es una exageración peligrosa y totalmente
heterónoma reverenciarla como sacrosanta utilizándola
para justificar lo que pensamos o lo que hacemos.
4. Para todos los sacramentos vale el hecho de
que desde el principio han sido interpretados de forma
heterónoma: el Dios-de-ahí-arriba haría descender sus
«gracias» en el momento de una determinada acción
humana. Para la eucaristía se añade el hecho de que
esta acción combinada realizaría cambios invisibles que
pueden recordar la magia, especialmente la «transubstanciación»,
y como consecuencia de ésta, la presencia
real (entendida como corporal física) de Jesús resucitado.
Esta interpretación es el fruto de una forma heterónoma
de leer la Biblia, desde una visión premoderna
del cosmos y de sus leyes. La interpretación de la misa
como sacrificio -otro concepto plenamente heterónomo-
y el que quede reservada a oficiantes privilegiados
masculinos, completa el cuadro de los problemas que
asaltan al creyente moderno cuando quiere participar
en este rito. En dos capítulos, el libro hace ver qué es
lo que ocurre realmente en este rito y qué papel importante
puede tener en la vida de la fe.
El libro concluye con un capítulo que demuestra
que la modernidad, partiendo de su axioma de la autonomía,
conduce necesariamente al ateísmo... pero que
este ateísmo, si se lo comprende bien, abre la vida al
Dios-Misterio, que es Amor transcendente.
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