lunes, 18 de marzo de 2019

TALLER E.R.E. GRADO 11º. - LA CONCIENCIA SOCIAL


TALLER E.R.E. GRADO 11º. - LA CONCIENCIA SOCIAL



Aunque no tan populares o mediáticas como “Usted no sabe quién soy yo”, tenemos en nuestras expresiones cotidianas dos joyas dañinas y peligrosas: “A usted qué le importa” y “Yo veré”. Es la forma verbal infantil de levantar los hombros. Estas cortas frases, que a cualquier persona ofenden, son la forma más olímpica para realizar los propios deseos, sin poseer argumento que justifique el actuar. Mi ley soy yo mismo y las consecuencias de mis obras no me competen. Estas sentencias son síntoma del tumor que afecta de manera notoria nuestro país y el cual nos ha privado de la anhelada paz, el soñado progreso y la añorada equidad. La humanidad está agonizando, pues está en desuso un órgano vital: la conciencia social.

Es la convicción por la cual cada persona se reconoce parte de un todo humano y entiende que cada acto realizado incide en los miembros del conjunto. Máximo el confesor, teólogo cristiano de los primeros siglos, exponía la teoría de la liturgia cósmica, afirmando que los elementos de la creación están sincronizados para alabar a Dios. Incluso el hombre es un microcosmos, pues su vida es el resultado de abundantes funciones y experiencias hermosamente entrelazadas para mantener la vida. Cuánta falta de conciencia social en aquellos que realizan con mediocridad sus trabajos. Piensan que solo ellos recibirán los efectos negativos de su pasividad, pero realmente, como un mecanismo arrollador, todos somos arrastrados por estas irresponsables actitudes. Cuántos dolores causan los líderes que, rodeados por protocolos, oficinas y corrupción, son incapaces de escuchar el clamor de los que sin culpa alguna sufren las más terribles injusticias, pues la labor que debieron emprender eficientemente se vio truncada por el interés personal. ¿Pueden dejar de importarme las consecuencias de lo que hago? No. La basura que lance en el lugar inadecuado, el conocimiento que no profundice, la capacidad que no desarrolle, el recurso que explote indebidamente, el defecto que no corrija, absolutamente todo, repercute en los demás.

Pero toda esta realidad ¿cómo ingresa a la conciencia colectiva? ¿o no ingresa? ¿o ingresa manipulada, sesgada o transformada? Hay un bloqueo que impide que la realidad social penetre en la conciencia social. Multitud de tragedias y dimensiones de esas tragedias; de interrogantes e inquietudes que todo esto suscita, no tienen permiso para entrar en lo que llamamos “conciencia social” o “conciencia de la sociedad”. Eric Fromm nos hizo caer en cuenta de que existen unos filtros que controlan lo que de la realidad puede pasar a la conciencia de la sociedad. Algunos de esos filtros los podemos tematizar en prejuicios como éstos, los cuales, la mayoría de las veces, obran en niveles inconscientes o semi-conscientes:
• La mayor desgracia o el mayor riesgo sería deslegitimar los poderes constituidos (poder judicial, legislativo y ejecutivo).
• La Ley hay que acatarla, aunque sea dura o irracional; de todos modos, es la ley y por eso es sagrada.
• Las desigualdades son ineludibles, aunque excluyan de una vida digna a las mayorías.
• La memoria de las violencias es dañina y perturbadora para las personas y para la sociedad;
• Los pensamientos, las propuestas y los sueños de los pobres son siempre peligrosos.
• Las víctimas de crímenes de lesa humanidad, lo fueron porque algo debían.
• Hay que deplorar las violaciones de los derechos humanos, sin legitimar del todo a las víctimas.
• Hay que defender el valor de la democracia, sin que ello vaya a implicar la participación de los excluidos.
• Hay que defender la justicia, pero sin que ello implique solucionar necesidades básicas de los pobres.
• No se puede acabar con fuentes de ingreso tan exitosas como la enfermedad y el dolor humano; por eso la reivindicación a crear hospitales y empresas farmacéuticas lucrativas.
• No se puede acabar con los privilegios del conocimiento y la mercantilización del conocimiento.
• No se puede cuestionar la legitimidad y la bondad del sistema capitalista.
• Hay que impedir la culpabilización de la sociedad o del Estado por los crímenes del pasado. • Hay que defender el principio del “borrón y cuenta nueva”.
• Hay que convencerse de que todas las violencias, “vengan de donde vengan” son igualmente perversas y hay que hacer caso omiso de lo que defienden y de quiénes las ejercen.
·                     Es igualmente perversa la violencia de los ricos que la de los pobres; la que defiende la justicia que la que defiende la injusticia; la que ejerce el Estado y la que ejerce la insurgencia; la que es ofensiva y la que defensiva. Hay que reconocer que la única virtud consiste en el no involucramiento en ningún conflicto; en no tomar posición en ninguna contienda; en el neutralismo radical. No hay que dejarse impresionar por los que afirman que las posiciones omisivas y pasivas favorecen al más fuerte o son una opción por el Statu quo.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario