viernes, 30 de junio de 2017

TALLER EL ANIMAL Y EL HOMBRE RACIONAL

EL ANIMAL Y EL HOMBRE, LA CIENCIA Y LA FILOSOFÍA

Tal vez la definición que ha causado más confusión y distorsión histórica del hombre y la comprensión de la animalidad ha sido de Aristóteles, que fue no sólo un gran lógico sino también un gran biólogo, que con su definición clásica se han escrito mares de tinta: el hombre es animal-racional.
Él establece su disertación así: La diferencia específica indica que se comparte un género (lógico-real) y una diferencia específica (real). La diferencia específica es la que hace especie. Decir que el hombre es un “animal-racional” indica eso, un género animal, con la diferencia específica, que lo diferencia como especie, y que por lo tanto lo hace algo distinto realmente, por ser racional.
El género es una categoría lógico-real que agrupa ciertos seres con una característica general donde todos “entran” lógicamente en su comprensión. Estas características generales, que también son reales, son compartidas por todos los seres que se incluyen en el género, pero tienen a su vez, derivaciones que las hacen únicas, es decir, diferencias específicas, que los separan entre sí. Así como se separan los mamíferos de los demás animales.
La definición entonces es empírica-racional, porque incluye un contenido empírico, es decir, consta por experiencia que hay animales que guardan ciertas semejanzas como pertenecientes a un género, pero que también tienen diferencias entre ellos. Es racional porque la definición de especie requiere de acuciosidad reflexiva, es decir, para descubrir la diferencia esencial, es decir, la especie.
Lo racional en el hombre indica su capacidad cognoscitiva, comunicativa y social. Otra definición de Aristóteles es la del hombre como animal social, animal político. Es decir, la racionalidad en el hombre indica una distinción metafísica. Es racional y por lo tanto piensa, siente como animal racional; habla, como signo característico que lo separa de los demás animales, no sólo articula sonidos sino que tiene palabras, y arma frases con sentido, y no sólo habla de lo exterior sino de lo interior, no sólo del presente momentáneo, sino del pasado y del futuro. Es racional y tiene entonces algo distinto por lo cual guarda una dignidad de especie.
Podríamos decir que todo eso no es una distinción plena con el animal sino sólo una diferencia gradual. Por eso debemos recurrir a otra metodología dado que la cuestión del estudio que se esfuerza por comparar dos realidades se expone siempre a dos peligros: el peligro de equipararlos ya lógicamente con el fin de estudiarlos. Y el peligro de perder de vista lo que, al final de cuentas, esos dos seres tienen de distinto (dado que se fue por el camino de la hipótesis cero que afirmaba lo contrario).
El método (una vez superado el análisis empírico) adecuado para el estudio de dos realidades distintas que comparten algo es la analogía. La analogía proporciona el camino para no perderse en el difícil y penoso trayecto que es el descubrir lo esencial entre dos realidades. La analogía nos ayuda a ver si de dos cosas, se dice algo que es igual y algo distinto en ellas.
Hay dos tipos de analogía: La analogía de atribución, como su nombre lo dice, atribuye características a cosas que de suyo no lo son. Se dice que un alimento es sano porque causa salud al que lo come, se dice que un calzado es cómodo cuando se calza cómodamente. Es una característica que está más en la atribución que en la cosa misma.

La analogía de proporción dice que una cosa tiene algo que lo hace parecido o similar a otra, pero en proporción distinta. Es lo que generalmente se plantean los estudios enfocados a las diferencias de grado. El animal piensa, se comunica y comprende en una proporción menor a cómo piensa, se comunica y comprende un hombre. Pero decir esto ¿es válido?



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