viernes, 30 de junio de 2017

PLATÓN

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PRESOCRATICOS

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ÉTICA DE SÓCRATES

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ÉTICA GRIEGA

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LOS SOFISTAS

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HISTORIA DE LAS DOCTRINAS ÉTICAS

HISTORIA DE LAS DOCTRINAS ÉTICAS

KANT Y LA METAFÍSICA

KANT Y LA METAFÍSICA

ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA

TALLER EL ANIMAL Y EL HOMBRE RACIONAL

EL ANIMAL Y EL HOMBRE, LA CIENCIA Y LA FILOSOFÍA

Tal vez la definición que ha causado más confusión y distorsión histórica del hombre y la comprensión de la animalidad ha sido de Aristóteles, que fue no sólo un gran lógico sino también un gran biólogo, que con su definición clásica se han escrito mares de tinta: el hombre es animal-racional.
Él establece su disertación así: La diferencia específica indica que se comparte un género (lógico-real) y una diferencia específica (real). La diferencia específica es la que hace especie. Decir que el hombre es un “animal-racional” indica eso, un género animal, con la diferencia específica, que lo diferencia como especie, y que por lo tanto lo hace algo distinto realmente, por ser racional.
El género es una categoría lógico-real que agrupa ciertos seres con una característica general donde todos “entran” lógicamente en su comprensión. Estas características generales, que también son reales, son compartidas por todos los seres que se incluyen en el género, pero tienen a su vez, derivaciones que las hacen únicas, es decir, diferencias específicas, que los separan entre sí. Así como se separan los mamíferos de los demás animales.
La definición entonces es empírica-racional, porque incluye un contenido empírico, es decir, consta por experiencia que hay animales que guardan ciertas semejanzas como pertenecientes a un género, pero que también tienen diferencias entre ellos. Es racional porque la definición de especie requiere de acuciosidad reflexiva, es decir, para descubrir la diferencia esencial, es decir, la especie.
Lo racional en el hombre indica su capacidad cognoscitiva, comunicativa y social. Otra definición de Aristóteles es la del hombre como animal social, animal político. Es decir, la racionalidad en el hombre indica una distinción metafísica. Es racional y por lo tanto piensa, siente como animal racional; habla, como signo característico que lo separa de los demás animales, no sólo articula sonidos sino que tiene palabras, y arma frases con sentido, y no sólo habla de lo exterior sino de lo interior, no sólo del presente momentáneo, sino del pasado y del futuro. Es racional y tiene entonces algo distinto por lo cual guarda una dignidad de especie.
Podríamos decir que todo eso no es una distinción plena con el animal sino sólo una diferencia gradual. Por eso debemos recurrir a otra metodología dado que la cuestión del estudio que se esfuerza por comparar dos realidades se expone siempre a dos peligros: el peligro de equipararlos ya lógicamente con el fin de estudiarlos. Y el peligro de perder de vista lo que, al final de cuentas, esos dos seres tienen de distinto (dado que se fue por el camino de la hipótesis cero que afirmaba lo contrario).
El método (una vez superado el análisis empírico) adecuado para el estudio de dos realidades distintas que comparten algo es la analogía. La analogía proporciona el camino para no perderse en el difícil y penoso trayecto que es el descubrir lo esencial entre dos realidades. La analogía nos ayuda a ver si de dos cosas, se dice algo que es igual y algo distinto en ellas.
Hay dos tipos de analogía: La analogía de atribución, como su nombre lo dice, atribuye características a cosas que de suyo no lo son. Se dice que un alimento es sano porque causa salud al que lo come, se dice que un calzado es cómodo cuando se calza cómodamente. Es una característica que está más en la atribución que en la cosa misma.

La analogía de proporción dice que una cosa tiene algo que lo hace parecido o similar a otra, pero en proporción distinta. Es lo que generalmente se plantean los estudios enfocados a las diferencias de grado. El animal piensa, se comunica y comprende en una proporción menor a cómo piensa, se comunica y comprende un hombre. Pero decir esto ¿es válido?



LA ÉTICA DESDE EL HOMBRE

LA ÉTICA DESDE EL HOMBRE

jueves, 29 de junio de 2017

¿EN QUÉ JESÚS CREE LA IGLESIA?

¿EN QUÉ JESÚS CREE LA IGLESIA?
Para comenzar, unas citas
-De José María Castillo (Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, UCA, San Salvador 22001):
«Para conocer a Dios, no se puede empezar por Dios. Si uno quiere conocer a Jesús, incluso conocer a Jesús como Hijo de Dios, si empieza por Dios, no va a conocer a Jesús, ni va a descubrir a Jesús como Hijo de Dios. No decir Jesús es Dios, sino Dios es Jesús. Al decir que Jesús es Dios lo que en realidad estamos afirmando es que nosotros ya sabemos quién es Dios y cómo es Dios antes de conocer a Jesús» (p. 21).

«Jesús cambió el concepto de Dios y también el modo de encontrar a Dios» (p. 24). La Iglesia reduce el contenido de la fe a pura doctrina y a verdades abstractas, por eso la jerarquía habla tanto y nadie se interesa por eso (p. 34).

«¿De qué nos sirve tener ideas muy claras sobre Dios, si luego lo buscamos donde no está?» (p. 42).

-De Jon Sobrino (Cristología desde América latina. Esbozo a partir del seguimiento del Jesús histórico, CRT, México 1976):
«La tentación fundamental es abordar directamente el problema de la divinidad de Cristo, como si ya se conociese directamente en que consiste la divinidad y se pudiesen aplicar a Jesús los criterios de esa divinidad ya conocida» (p. 64).
 Debemos partir del hombre Jesús y desde ahí reflexionar sobre su divinidad. El punto de partida para una cristología, no es el concilio de Calcedonia, sino el Jesús histórico».

«Terminar con la ilusión que la mera repetición del dogma nos da un acceso a la realidad de Cristo» (p.12).

«Sería un grave error de funestas consecuencias hermenéuticas usar la actividad de Jesús para mostrar apologéticamente su divinidad» (p. 55).

«Jesús predicó el Reino de Dios y no a sí mismo». «Jesús no predicó simplemente a «Dios» sino «el Reino de Dios» (p. 45).

«El pecado no es sólo la negación de Dios, sino formalmente la negación del Reino de Dios» (p. 56).

«El primer intento de acceso al Jesús histórico tiene que ser hecho desde el reino de Dios» (p. 64).

«Después de la resurrección de Jesús hay un movimiento teológico en el que la fe cristiana afirma fundamentalmente que el hombre Jesús de Nazaret que murió crucificado, fracasado, abandonado de Dios es realmente el Hijo de Dios» (p. 154).

La espiritualidad cristiana no es propiamente una espiritualidad del sufrimiento, sino una espiritualidad del seguimiento. No todo sufrimiento es específicamente cristiano, sino aquel que surge del seguimiento » (p. 168).

La esperanza cristiana no es el optimismo que espera más allá de la muerte, más allá de la injusticia y la opresión, sino que es la esperanza contra la muerte, contra la injusticia y la opresión» (p. 182).
He tomado este libro, que creo es uno de sus primeros, porque fue el libro que en los años 70 me comunicó el espíritu y el carisma de Jon Sobrino. Lo que más me ha marcado, es su fe y firme convicción en la plena y total humanidad del Jesús histórico, especialmente la conciencia humana de Jesús y la fe de Jesús. Igualmente me ha marcado su teología totalmente inspirada en una espiritualidad liberadora, llena de esperanza y misericordia.

La gran herejía hoy dominante: no creer en la plena humanidad del Jesús histórico

Desde el Jesús histórico antes de su muerte (año 30) hasta la definición del dogma cristológico en los cuatro primeros Concilios Ecuménicos: Nicea (325), Constantinopla (381), Éfeso (431) y Calcedonia (451), han pasado alrededor de 500 años. La tarea ahora es recuperar la memoria del Jesús histórico en toda este tiempo. Es una búsqueda contra la corriente, pues la tendencia dominante en la Iglesia es comenzar con una definición dogmática de Jesús, a partir de los 4 concilios ya mencionados. La gran Iglesia ha perdido poco a poco la memoria del Jesús de la Historia, va dejando de ser discípula de Jesús y concentrando su interés en la defensa de la ortodoxia contra las herejías.

En este camino de 500 años, tan complejo y contradictorio, surge la duda si finalmente los 4 primeros Concilios Ecuménicos de los siglos IV y V no han llegado a sustituir a los 4 Evangelios. Los 4 Evangelios, deben ser interpretados desde el Jesús histórico y no desde el dogma cristológico. Si somos discípulos de Jesús, sólo podemos ser discípulos de un Jesús histórico. Creemos y confesamos el dogma cristológico, pero nadie se define como discípulo de un dogma. De la fe, según que esté concentrada en el Jesús histórico o en el dogma de la divinidad de Jesús, se derivan dos tipos de cristianismo. El primero no se interesa tanto por las «cosas» de la Iglesia, y proyecta su fe más bien hacia fuera de ella, en los movimientos sociales. El segundo vive una fe abstracta y se refugia en el mundo cerrado de las Iglesias, con sus discursos, su moral y sus instituciones.

En qué Jesús realmente creemos
Hay dos desafíos teológicos que nos permiten discernir en qué Jesús creemos: la conciencia humana de Jesús y la fe de Jesús. Sigo muy de cerca el pensamiento de Jon Sobrino, que me ha dado las herramientas espirituales y teológicas en mi busca personal de saber yo mismo en qué Jesús yo creo. Mi trabajo ahora es recordar esas herramientas para seguir haciendo ese discernimiento. Hago esto en solidaridad agradecida con Jon Sobrino.

Primero: la «conciencia humana de Jesús»
«La teología tradicional partía del presupuesto dogmático de la unión personal de Jesús con el Logos eterno, la cual unión tenía que hacerse objetualmente consciente en la conciencia humana de Jesús: el hombre Jesús – según esta teología tradicional - en su vida terrestre se sabía Hijo de Dios en el sentido estricto y metafísica del término». «El nuevo enfoque de la conciencia de Jesús consiste no tanto en deducir directamente qué pensase Jesús sobre sí mismo, sino en deducir indirectamente, a partir de sus actitudes generales, lo peculiar de su conciencia». «No se alcanza la conciencia absoluta de Jesús, difícil de comprobar directamente con los datos del NT. Lo que se alcanza es su conciencia relacional, lo que él pensaba de sí mismo con relación al reino y la importancia decisiva de su persona con relación al despuntar de ese reino».


La conciencia de Jesús con relación al Padre
No hay una conciencia dogmática y directa Padre-Hijo, sino una confianza total de Jesús en el Padre y la obediencia incondicional a la voluntad del Padre. Esto no es propio de Jesús. Lo propio de Jesús es la concentración de toda su vida en esta confianza y obediencia. Jesús ora, porque su vida y su misión dependen del Padre. Por eso ora en los momentos más difíciles de su vida.

En la teología dogmática se exponen «las afirmaciones teológicas usuales sobre la conciencia y la ciencia de Jesús. Se suele admitir tradicionalmente que Jesús tenía, además de la ciencia divina en cuanto unido a la persona divina del logos, tres tipos de ciencia humana: (a) la ciencia normal adquirida, (b) la ciencia infusa, (c) la visión beatífica».

En los evangelios no hay razón para admitir las dos últimas. En síntesis: no podemos hablar de una «conciencia divina» de Jesús, considerada en sí misma, sino afirmar su conciencia por su relación con el Reino de Dios o por su confianza total en el Padre y su obediencia total a su voluntad.

En mi opinión la conciencia humana de Jesús es imposible si su conciencia posee ciencia infusa y visión beatífica. Si Jesús tuviera este tipo de conciencia, estaríamos negando en forma absoluta su plena humanidad. Si una persona humana tiene conciencia de ser Dios, ya no sería humana. No podemos leer e interpretar los cuatro Evangelios con el supuesto que Jesús tiene conciencia divina. Una lectura desde   esta perspectiva hace imposible encontrar a Jesús en el texto, tanto en su sentido literal, histórico o espiritual. No podemos proyectar en los Evangelios una declaración dogmática muy posterior.

Segundo: la fe de Jesús
Seguimos recordando el pensamiento de Jon Sobrino, para reafirmar nuestra búsqueda del Jesús en el cual creemos. Jon nos recuerda que una interpretación de los 4 Evangelios que desconozca la fe de Jesús, no solo niega su plena historicidad, sino que ignora el misterio más profundo de su persona: su fe. La fe fue el modo de existir de Jesús. La historia de Jesús es la historia de la fe de Jesús. Jesús no se relaciona con su Padre en una visión beatífica permanente, sino en una vida de fe, con toda la oscuridad y riesgo que esto implica. La fe de Jesús no es solo respecto al Padre, sino al Reino de Dios. Por no leer los evangelios desde la óptica de la fe de Jesús, no entendemos la exigencia de fe que hace Jesús a sus discípulos. Fe no significa posesión de Dios y de su reinado, sino búsqueda constante y creyente del Reino de Dios. Esta búsqueda tiene que ver con las tentaciones y la ignorancia de Jesús. Jesús fue tentado y fue su fe lo que le permitió rechazarla. Jesús fue también ignorante de muchas cosas, como cualquier ser humano. La fe de Jesús se fortalece en las tentaciones y en la condición humana de no saberlo todo.

¿Por qué esta vez Jon Sobrino?
¿Cuál es la razón que nos explique porqué el pensamiento teológico y la espiritualidad de Jon Sobrino es desfigurada, deslegitimada y condenada en este momento preciso de la historia de la Iglesia de América Latina y El Caribe? ¿Porque la Congregación para la Doctrina de la Fe condena una teología que es otra y que no es la de Jon Sobrino? Algunas respuestas muy personales a estas dos preguntas:
1. La acción contra Jon Sobrino demuestra que la Teología de la Liberación existe. Si estuviera muerta, como dicen, no sería necesario ningún tipo de acción contra ella. Si lo hacen, es porque saben que realmente existe, y lo más importante: le tienen miedo.
2. La prensa internacional ha dado una cobertura impresionante al «caso Sobrino», porque saben que para el Vaticano la Teología de la Liberación es importante. La Prensa no informa de esta manera cuando se trata de algo insignificante. La magnitud de la contradicción entre Teología de la Liberación y la Congregación para la doctrina de la fe era un hecho noticioso importante.

3. La Teología de la Liberación tiene más importancia fuera de la Iglesia que dentro de ella. La Teología de la Liberación es hoy un símbolo, una referencia, una identificación, con la cual se identifican aquellos a quienes la Iglesia y sus discursos no les interesan. Se identifican con ella los cristianos que no tienen una práctica religiosa en las Iglesias. Hoy la Teología de la Liberación es escuchada en las Universidades, en el Foro Social Mundial y en los movimientos sociales.

4. La Teología de la Liberación inspira a varios presidentes como en Brasil, Ecuador, Bolivia. Incluso en Venezuela y Cuba la Teología de la Liberación es una referencia cuando se habla de la Iglesia a contrapunto de la Iglesia oficial. Lula en Brasil y Correa en Ecuador vienen de las comunidades de Base y de la Teología de la Liberación. Muchos líderes de los movimientos sociales, definen su fe «a la manera de la Teología de la Liberación». Todos los «premios» que han recibido teólogos de la liberación han sido otorgados por organismos totalmente laicos.

5. La Iglesia está consciente que el período de las «izquierdas marxistas » prácticamente ha terminado. La ideología más peligrosa hoy para la fe, no es el ateísmo, sino la ideología neoliberal que hoy justifica todo el sistema de libre mercado. La Iglesia que tuvo tanto miedo al marxismo y lo combatió ferozmente, hoy no ha tomado conciencia de los peligros de la ideología neoliberal. La crítica al neoliberalismo no viene tanto de la Iglesia institucional, sino de la Teología de la Liberación y los movimientos que se inspiran en ella. El mundo hoy no está dividido entre ateos y creyentes, sino entre neoliberales y movimientos que luchan por la vida de todos y todas. La Teología se sitúa en estos movimientos y es una fuente inspiración. Los sectores sociales que afirman hoy que otro mundo es posible, que es posible construir una sociedad donde quepan todos y todas en armonía con la naturaleza, todos lo que luchan hoy por la paz, la justicia y por la vida de la tierra, todos ellos y ellas identifican sus motivaciones espirituales en referencia a una Teología de la Liberación.

En síntesis: hoy surge un nuevo mundo que vive su espiritualidad y su ética de la vida, más fuera de la Iglesia institucional, que dentro de ella. La Teología de la Liberación vive e inspira ese mundo nuevo.

PABLO RICHARD

PROBLEMÁTICAS SOCIALES EN COLOMBIA

PROBLEMÁTICAS SOCIALES EN COLOMBIA

EL CRISTIANO FRENTE A LOS PROBLEMAS DE NUESTRA REALIDAD

EL CRISTIANO FRENTE A LOS PROBLEMAS DE NUESTRA REALIDAD

POLÍTICA EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

POLÍTICA EN LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

COLABORADORES DE DIOS

COLABORADORES DE DIOS

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

RECONSTRUIR HISTORIAS DE MUJERES

RECONSTRUIR HISTORIAS DE MUJERES

LAS PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS Y LA COYUNTURA DE SU ÉPOCA


LAS PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS Y LA COYUNTURA DE SU ÉPOCA

miércoles, 28 de junio de 2017

CONTEXTO SOCIO CULTURAL DE PALESTINA

CONTEXTO SOCIO CULTURAL DE PALESTINA

EL MOVIMIENTO DE JESÚS DESPUÉS DE SU RESURRECCIÓN Y ANTES DE LA IGLESIA

EL MOVIMIENTO DE JESÚS DESPUÉS DE SU RESURRECCIÓN 
Y ANTES DE LA IGLESIA

INTRODUCCIÓN
El libro que aquí presentamos intenta una interpretación global de los Hechos de los Apóstoles, tratando de combinar una exégesis científica con una visión pastoral liberadora. La idea fundamental que guía nuestra interpretación es que los Hechos de los Apóstoles de Lucas reflexiona sobre el período de los orígenes del Cristianismo que va del año 30 al 60 dC, es decir, el período después de la Resurrección de Jesús y antes de la institucionalización de la Iglesia, que es posterior a los años 70 dC. El "movimiento de Jesús" en este período, tal como aparece en Hechos, tiene tres características: es un movimiento del Espíritu, un movimiento misionero, que se va estructurando en pequeñas comunidades domésticas. Lucas busca desafiar la Iglesia de su tiempo (años 80-90) desde esta perspectiva misionera del Espíritu y desde estas primeras comunidades domésticas. El libro que presentamos también busca desafiar las Iglesias de hoy desde esta misma perspectiva.

INTRODUCCIÓN A LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES

1.1 Algunas claves de interpretación
El libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch) fue escrito entre los años 80 y 90 dC, posiblemente en Éfeso. La tradición reconoce como autor del tercer Evangelio y de Hch a Lucas . El contenido del libro cubre casi completamente el período llamado apostólico (30-70 dC): comienza con la resurrección de Jesús (año 30 dC) y termina con la actividad durante dos años de Pablo en Roma (años 58-60 dC). El período en el cual Lucas escribe Hch es llamado período sub-apostólico (70-135 dC). En este período se institucionalizan los diferentes modelos de Iglesia ; es el período de la organización de la Iglesia. Lucas busca con su libro de Hch reconstruir ese período que va desde la resurrección de Jesús hasta la organización de las Iglesias. Es un período normalmente olvidado en la tradición, pues en el imaginario colectivo de los cristianos, la organización e institucionalización de la Iglesia aparece directamente ligada al Jesús histórico. Jesús y la institución de la Iglesia aparecen unidos históricamente. Rescatar el libro de Hch es justamente rescatar ese período histórico de 30 años entre la Resurrección de Jesús y la organización de las Iglesias, es reconstruir el Movimiento de Jesús después de la Resurrección y antes de la Iglesia .
El Evangelio de Lc y los Hch tienen un mismo autor y constituyen una sola obra. Es posible que en su primera composición formara un solo libro. En ese caso el Evangelio terminaría en 24,49 y Hch comenzaría en 1,6. Separadas las dos obras se habría agregado al final del Evangelio los vv. 50-53 y al comienzo de Hch los vv. 1-5. El prólogo que tenemos en Lc 1,1-4 es para toda la obra Evangelio-Hechos. La obra comienza en el Templo de Jerusalén con el anuncio del nacimiento de Juan Bautista y termina en Roma en una casa con la predicación del Reino de Dios realizada por Pablo con toda valentía y sin estorbo alguno. Toda la obra es un Evangelio y tiene una profunda coherencia teológica, si bien hay un progreso histórico y teológico desde el comienzo hasta el final. Aquí veremos solamente la segunda parte de este gran Evangelio que fue llamado desde antiguo "Hechos de los Apóstoles".
El libro de Hch, como ya dijimos, reconstruye el Movimiento de Jesús después de su Resurrección y antes de la institucionalización de las Iglesias (realizada después del 70 dC). Este movimiento tiene según Hch tres características fundamentales: es un movimiento animado por el Espíritu Santo, es un movimiento misionero, cuya estructura básica son las pequeñas comunidades domésticas. El tiempo después de la Resurrección de Jesús es así el tiempo privilegiado del Espíritu y es justamente esto lo que rescata Hch. Por eso muchos lo llaman el "Evangelio del Espíritu Santo". El movimiento de Jesús es también en Hch, un movimiento esencialmente misionero. En 1,8 tenemos resumidas estas dos características fundamentales: "recibirán la fuerza del Espíritu Santo y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra". El movimiento de Jesús, por lo tanto, antes de institucionalizarse como Iglesia, fue un movimiento del Espíritu y un movimiento misionero. La experiencia del Espíritu y de la Misión son históricamente anteriores a la Iglesia. Primero es el Espíritu y la Misión, luego viene la institucionalización de las Iglesias. Este movimiento de Jesús después de su Resurrección tiene además como estructura fundamental las pequeñas comunidades domésticas. Los momentos decisivos de Hch se realizan en estas pequeñas comunidades que se reúnen en las casas: la primera comunidad apostólica se reúne en una casa (1,12-14) y es en esa casa que se vive Pentecostés (2,1-4); la comunidad ideal después de Pentecostés tiene su centro en las casas, donde se celebra la Eucaristía (2,42-47); es la pequeña comunidad la que permite resistir la persecución (4,23-31); la diakonía se organiza en las casas (6,1-6); la persecución del movimiento de Jesús es por las casas (8,3); la primera comunidad gentil convertida es la casa de Cornelio (10,1-48); existe una comunidad que se reúne en la casa de María, la madre de Juan Marcos (12,12-17); Pablo funda pequeñas comunidades en las casas: en Filipo (16,11-40), en Tesalónica (17,1-9) y en Corintio (18,1-11); en una casa en Tróade la comunidad vive la experiencia de la Palabra, de la Eucaristía y de la Resurrección (20,7-12); en Cesarea encontramos una comunidad de mujeres profetas (21,8-14); Pablo llega en Jerusalén a la casa-comunidad de Nasón (21,17-20) y la última comunidad de Pablo en Roma es en una casa (28,30-31).
Lucas escribe Hch en los años 80-90 cuando se institucionalizaban los diferentes modelos de Iglesia. El aporte de Lucas a dicho proceso es justamente la reconstrucción del movimiento de Jesús después de la resurrección, como un movimiento del Espíritu, un movimiento misionero, organizado en pequeñas comunidades. El libro de Hch construye así a partir de la tradición una perspectiva específica, una metodología, un espíritu, un modelo o paradigma, para institucionalizar la Iglesia de su tiempo. Nosotros proponemos interpretar los Hch con esta perspectiva propia de Lucas, con la intención, espíritu y metodología con la cual Lucas mismo escribió Hch, que serán para nosotros las claves hermenéuticas para interpretar el libro:
(1) Desde la perspectiva del Espíritu Santo. Todo el libro lo interpretaremos como el "Evangelio del Espíritu Santo", buscando descubrir la presencia y la acción de Espíritu en toda la narrativa del libro. Trataremos, siguiendo la perspectiva del mismo Lucas, reconstruir el movimiento de Jesús después de su resurrección, como un movimiento del Espíritu. La referencia al Espíritu Santo será la clave hermenéutica fundamental para la nuestra interpretación del libro de Hch Daremos además a nuestra interpretación la misma intencionalidad que da Lucas a su libro: reconstruir el movimiento de Jesús, como movimiento del Espíritu Santo, como una perspectiva concreta y específica para la construcción posterior de la Iglesia.
(2) Desde la perspectiva de la misión. Todo el libro de Hch es un movimiento misionero, desde Jerusalén hasta los confines de la tierra, cuyo contenido fundamental es la Palabra de Dios. El crecimiento del movimiento de Jesús se identifica con el crecimiento de la Palabra (6,7; 12,24 y 19,20) y es la Palabra de Dios la que tiene el poder para construir la Iglesia (20,32). Trataremos, siguiendo esta perspectiva de Lucas, reconstruir el movimiento de Jesús como un movimiento misionero. La referencia a la misión será la segunda clave hermenéutica fundamental para nuestra interpretación del libro de Hch El rescate de esta dimensión misionera sigue la misma intencionalidad de Lucas: reconstruir el movimiento de Jesús como movimiento misionero, como una perspectiva concreta y específica para la construcción posterior de la Iglesia.
(3) Desde la perspectiva de las pequeñas comunidades domésticas. El movimiento de Jesús, después de su Resurrección y antes de la institucionalización de la Iglesia, se estructura en pequeñas comunidades domésticas. Todo el libro tiene una dinámica que parte del Templo y llega a la casa. La formación de pequeñas comunidades es lo que permite que la Palabra se haga presente en las ciudades y en las culturas. La pequeña comunidad es el lugar donde se mantiene viva la enseñanza de los apóstoles (la memoria de Jesús) y donde se vive la koinonía (tenían todo en común), la diakonía (no había pobres entre ellos) y la Eucaristía (Hch 2,42-47). Esta reconstrucción del movimiento de Jesús como construcción de comunidades domésticas, será la tercera clave hermenéutica fundamental para interpretar el libro de Hch y lo hacemos también con la misma intencionalidad de Lucas: crear una perspectiva o metodología fundamental para la posterior institucionalización de la Iglesia.
(4) Otras claves para nuestra interpretación de Hch (solo las enumeremos, pues las explicaremos en la práctica misma de nuestra interpretación de Hch):
- La participación de la mujer en el movimiento de Jesús
- La dimensión de las culturas y de la inculturación del Evangelio
- La pluralidad de ministerios, carismas y funciones en la misión
- La dimensión política: el movimiento de Jesús y el Imperio romano
PABLO RICHARD: Licenciado en Sagrada Escritura y Teología, y doctor en sociología. Profesor de teología en la Universidad Nacional de Costa Rica y miembro del Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI).