PRINCIPIOS ÉTICOS
Los
valores éticos son virtudes que debemos practicar en nuestra vida cotidiana,
pues se refieren a las buenas costumbres, así como a nuestras obligaciones y
deberes frente a los demás y ante nosotros mismos. Sin ellos, nos volveremos individuos
perjudiciales y desagradables y, por ende, seremos elementos incapaces de vivir
en forma armoniosa dentro de la comunidad. Entre los valores, llamados también
cualidades morales, se encuentran los siguientes: Honestidad, responsabilidad,
prudencia, justicia, respeto, solidaridad, bondad, fraternidad, pudor y
gratitud. También podemos mencionar la cortesía, la disciplina personal, la
humildad, la perseverancia, la paciencia, la fortaleza de ánimo, el espíritu de
trabajo, la lealtad, la tolerancia y el patriotismo. Procuremos obrar siempre
dentro de los principios éticos para que nuestros actos no afecten los
intereses familiares y sociales y, antes bien, los favorezcan. Además, ellos
representan, como ya se dijo, expresiones de respeto a sí mismos, como seres
humanos cuya racionalidad debe conducirnos a vivir con dignidad y con decencia.
La virtud de la honradez Principios Éticos para Adolescentes. “No robar” es un
precepto religioso que debe acatarse plenamente, porque se orienta a prohibir
un acto deshonesto que implica despojar a nuestros semejantes de sus
pertenencias legítimas. Si respetamos los bienes ajenos, no solo estaremos
obedeciendo el mandato ya citado, sino también las leyes humanas que así lo
determinan, como una forma de proteger la propiedad privada y el patrimonio del
Estado. Las normas jurídicas son bastante severas con quienes se atreven a
disponer de lo que no les pertenece, pues se trata de individuos perjudiciales
dentro del contexto social que, como es obvio, demuestran una lamentable
carencia de ética en su comportamiento personal. El trabajo y el ahorro El
trabajo honesto y el ahorro, son los instrumentos adecuados para conseguir la
subsistencia diaria y la formación de un patrimonio que nos permita vivir con
decoro y, por lo mismo, sin tener que recurrir a las modalidades delictivas que
atentan contra los haberes de los demás. Respecto al ahorro, conviene agregar
que constituye un hábito demostrativo de la sensatez y la previsión de las
necesidades futuras, pero debe practicarse dentro de límites razonables para no
llegar a inconvenientes extremos de avaricia. Es bueno hacer hincapié en la
necesidad del trabajo como factor generador de ingresos para la manutención
cotidiana y la conquista de un nivel de vida acorde con la dignidad humana.
Además, debe resaltarse su conveniencia como medio de ocupación y distracción,
siendo además la única forma de progreso a nivel comunitario. La fea costumbre
de mentir Digamos siempre la verdad como expresión de probidad y de respeto a
los demás, lo cual, ciertamente, nos granjeará buena imagen y aprecio general
en nuestra vida social. La mentira es, en cambio, un burdo engaño que se hace
en busca de un beneficio personal, perjudicando, en la mayor parte de los
casos, los intereses de nuestros semejantes. El mentiroso pierde la
credibilidad y la confianza de los demás, hasta el punto de que, muy
posiblemente, en el futuro serán desatendidas sus afirmaciones, incluyendo las
serias y bien fundamentadas, bajo la creencia de que se trata de un nuevo
embuste nacido de su morbosa tendencia a la fantasía y la distorsión de la
verdad. “En boca del mentiroso, hasta lo cierto se hace dudoso”, decía Gracián
con gran sentido práctico y con plausible propósito de orientación ética para
la sociedad en general. No recurrir a la violencia Procuren desarrollar una
buena capacidad de autocontrol para no incurrir en actos de violencia que, como
se sabe, son gravemente perjudiciales, tanto en el ámbito familiar, como en la
vida social. Como quiera que el error es humano, debemos observar mucha
paciencia ante las fallas y los defectos ajenos, incluyendo, claro está, las
actitudes ofensivas de personas incultas y vulgares. Es preferible conservar la
calma en estos casos y promover diálogos pacíficos con miras a concretar
acuerdos orientados a la solución de los problemas que se presenten en el curso
de nuestra vida. No nos igualemos, pues, con personas iracundas y amigas de la
confrontación física y armada. La racionalidad y las conversaciones mesuradas y
respetuosas entre las partes en conflicto, son los mejores instrumentos para
dirimir las discrepancias sin recurrir a la violencia, pues esta solo produce
manifestaciones de odio y destrucción y, en muchos casos, la muerte de quienes
están involucrados en tales episodios. La violencia puede producir también la
muerte de personas inocentes, lo cual reviste especial gravedad a la luz de la
justicia y del respeto que merece la vida humana, como bien fundamental que se
ubica en el nivel de lo inviolable y lo sagrado. Sensibilidad social Los niños y los ancianos
merecen cariño, comprensión y apoyo, por ser las personas más vulnerables de la
sociedad. También los indigentes necesitan nuestra cooperación con el fin de
subsanar sus problemas vitales, dando prelación a la nutrición, la salud y la
vivienda. Con todo, es importante capacitarlos y darles la oportunidad de
ejercer un oficio honesto que les permita vivir con dignidad, procurándose por
sí mismos, los ingresos necesarios para una subsistencia decorosa. En este
aspecto, conviene destacar la conveniencia de apoyar las fuentes de empleo
lícito y cooperar con la búsqueda de trabajo para quienes carecen de él y se
encuentran en dolorosas situaciones de miseria. No solo debemos colaborar en
casos individuales de pobreza extrema, sino también en campañas orientadas a
mejorar el nivel de vida de los grupos más débiles de la comunidad. Obremos
siempre con propósitos de servicio social, buscando constituirnos en elementos
útiles y generosos ante las angustias humanas. “Servir”, debe ser nuestro lema
permanente, y la envidia, definida como “tristeza o pesar del bien ajeno”,
jamás debe hacer nido en nuestros corazones, porque constituye un sentimiento
contrario a la caridad y al amor que debemos profesarle a nuestros semejantes. Tolerancia
Actuemos con tolerancia, si queremos tranquilidad personal y una atmósfera de
armonía dentro de la comunidad a la cual pertenecemos. Se trata de practicar
una virtud que implica respeto a los demás en su manera de ser, y en sus
creencias. Igualmente debemos obrar en sociedad sin ninguna discriminación,
pues todos los seres humanos tenemos los mismos derechos y deberes. De
conformidad con lo expuesto inicialmente, respetemos las creencias religiosas y
las tendencias políticas de los demás, como expresión de tolerancia en materia
ideológica. Se trata de convicciones que las personas y los grupos humanos
manejan con gran celo, presentándose, muchas veces, fuertes rivalidades cuando
se controvierten en forma enfática y descomedida. Por ello, debemos ser muy
prudentes al tratar estos temas tan sensibles, para no entrar en pugnas,
susceptibles de generar enemistades.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario