NIETZSCHE Y EL VITALISMO
El
vitalismo entraña una diversidad de corrientes, pero todas coinciden en afirmar
que lo bueno radica en la vida y en todo aquello que la impulse y desarrolle. Como
ejemplo de vitalismo está el pensamiento de Nietzsche (1844-1900). Nietzsche
nació en Rocken, Prusia, y estudió en la Universidad de Bono. En 1865 pasó a Leipzig,
donde cursó filología y comenzó a entusiasmarse con la filosofía de Arthur
Schopenhauer: en El mundo como voluntad y representación del gran filósofo
pesimista encontró "un espejo donde vi el mundo, la vida y mi propia naturaleza,
pintados con grandeza terrible". En ese mismo año 1865, proclama a Ricardo
Wagner ante el universo como el Esquilo moderno que restablece los mitos y símbolos
y que une la música y el drama en una especie de éxtasis dionisiaco. Sin
embargo, más tarde el propio Wagner habría de decepcionarlo por su viraje a una
música de profundos mensajes cristianos; ahora Wagner ya no es el artista que
exalta los valores de la vida sino el adulador de los instintos budísticos y
nihilistas disfrazados con el esplendor de la música. Nietzsche afirma
por boca de Zaratustra: "Lo que no soy, esto es para mí la bondad."
Esta frase encaja bien en la propia vida del autor de Así hablaba
Zaratustra.
Uno
de sus biógrafos, Will Durant, ve esta incompatibilidad entre la doctrina y la
personalidad de Nietzsche. Así, nos dice, el filósofo alemán: “Rindió culto al
soldado, porque su salud no le permitió llegar a ser, como era blando de
carácter suponía que todo el mundo era como él, peligrosamente inclinado a practicar
el cristianismo [ ... ] en el fondo era un ingenuo entusiasta, romántico,
tierno hasta la simplicidad; su combate contra la ternura era una tentativa
para conjurar una virtud que le había causado la más amarga decepción y para
cerrar una herida de que no se curó.'
La
filosofía de Nietzsche constituye el más claro antecedente de la filosofía
material de los valores. Al enfrentarse a la moral tradicional de su tiempo,
propone una "transmutación de los valores". Las virtudes más elevadas
son ahora las que exaltan el valor de la vida y de la voluntad
de
dominio; es virtud toda pasión que diga sí a la vida y al mundo (de ahí su
vitalismo): la fortaleza, la alegría y la salud, el amor sexual, la enemistad y
la guerra, la veneración, las bellas actitudes, las buenas maneras, la voluntad
fuerte, la disciplina de la intelectualidad superior, la voluntad de dominio,
el re- conocimiento de la tierra y de la vida, todo lo que es rico y quiere
dar, quiere gratificar a la vida, donarla,
eternizarla y divinizarla.
Nietzsche
distingue entre una moral de señores y una moral de rebaño. La
primera es la norma acepta- da por la antigüedad clásica, especialmente en Roma
(donde la virtud era virtus virilidad, valor, audacia, braveza); la
segunda, en cambio, procede de los judíos; en ellos la sumisión engendra la
humildad y el desamparo, el altruismo. La moral de rebaño alcanza su
plenitud en la doctrina de Jesús; según él todos los hombres tienen igual valor
y los mismos derechos; de su doctrina proceden la democracia, el utilitarismo y
el socialismo; el progreso empezó a decidirse en términos de igualamiento y
vulgarización progresivos, en términos de decadencia y vida descendente. La
ética de Nietzsche lleva hasta sus últimas consecuencias la teoría
evolucionista de Darwin y Spencer, observa que la meta del esfuerzo humano no
es la elevación de todos sino la cultura de los mejores y más fuertes (moral
del superhombre). El fin del matrimonio es la superación de la especie, la creación
del súper - hombre. Los mejores sólo deberían casarse con los mejores, el amor
debe dejarse para la chusma. "Llamo matrimonio, dice Nietzsche, a la
voluntad de dos para crear a éste único que es más que los que lo han creado.
Llamo matrimonio al respeto mutuo entre los que se quieren movidos por esa
voluntad”
El
superhombre está más allá del bien y del mal (más allá de vida moral común y
corriente), lo bueno para él es todo lo que aumenta el sentimiento de potencia,
la voluntad de potencia, el amor al peligro, la energía, la inteligencia y el
orgullo. Nietzsche ve plasmadas las virtudes del súper - hombre en los héroes
renacentistas. El Renacimiento fue la transmutación de los valores cristianos,
la tentativa para lograr por todos los medios que todos los instintos y todos
los genios hicieran triunfar los valores opuestos, los valores nobles...
"Tengo –dice Nietzsche- ante mí una visión perfectamente mágica en su encanto
y gloriosa coloración [ ... ] César Borgia como Papa ''
(Tomado del libro
Ética para Escobar, escrito por Gustavo Escobar Valenzuela, páginas 114 - 115,
editorial Mc Graw Hill, año 2000).
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